Autor: Fernando Vigorena
Mujeres de Empresa
Todos generamos sueños durante nuestras vidas. También deseamos creer, en lo más profundo de nuestro ser, que hemos adquirido poderes especiales, talentos innatos. Que somos diferentes, que podemos lograr lo que queremos y hacer de este mundo algo mejor. En algún momento de nuestras vidas todos tenemos una visión acerca de la calidad de vida que creemos merecer. Sin embargo, no siempre conseguimos lo que queremos y nos vemos envueltos en frustraciones y rutinas de la vida cotidiana, hasta el punto de dejar pasar la existencia sin hacer ningún esfuerzo para cambiar ese status. Los sueños que alguna vez se tuvieron se han desvanecido para las mayorías, y con éstos la voluntad que teníamos para configurar nuestro propio destino.
Tengo la creencia de que todos estamos aquí para contribuir en algo único, que en lo más profundo de nosotros mismos yace un don especial. Creo verdaderamente que en todos nosotros hay un gigante dormido.
Quizá sea un talento que coincide con una competencia, o una afición que puede contribuir a nuestros sueños. Puede tratarse de una forma especial de relacionarse con las personas, una actividad genial para la venta o la innovación tecnológica.
La cuestión es cómo despertar ese gigante interior y así poder salir, quizá, de nuestro círculo vicioso, o tal vez reinventar nuestro círculo virtuoso.Usted y yo tenemos que prepararnos para el cambio y convertirnos en nuestros propios asesores y dominar nuestras propias vidas.
Un proverbio chino dice: “Siembra un pensamiento, cosecha una acción. Siembra una acción, cosecha un hábito. Siembra un hábito, cosecha un carácter. Siembra un carácter, cosecha un destino”.
Para lograr este cambio requerimos congelar nuestro sistema de creencias de lo que no somos capaces de hacer, ya que todos los progresos personales empiezan con un cambio en las creencias. Hay mucha gente que llega al final de sus vidas preguntándose qué podría haber llegado a ser… No permita que eso le suceda también a usted.
Quizás el ser consistente sea un elemento importante en nuestras vidas.
¿Acaso no es eso lo que todos andamos buscando? Creo que no queremos crear resultados positivos de vez en cuando: no queremos sentirnos alegres y realizados solo un momento, ni ser los mejores sólo esporádicamente. Lo que buscamos es la consistencia, y la verdadera consistencia queda establecida por nuestros hábitos.
Somos lo que hacemos consistentemente
Si todos los días tenemos el hábito de contentarnos con informarnos a través de las noticias de las nueve y dando una ojeada a un diario, nuestra opinión sobre el acontecer será igual a la de los otros. En este caso, nuestro hábito es menor, por lo tanto nuestro carácter también lo es. Si no nos motivamos nosotros con nuestras realizaciones, menos podemos hacerlo con otros. El hábito es el mejor de los sirvientes, o el peor de los amos.
Se cuenta la siguiente historia:
“El rey mandó llamar curanderos y sanadores de todo tipo para que hicieran volar al halcón que le habían regalado, y que por alguna razón desconocida no quería volar. Después de muchos intentos, nadie lo logró. Publicó por fin un edicto entre sus súbditos explicando lo que necesitaba. A la mañana siguiente, vio al halcón sobrevolando ágilmente sobre los jardines.
– Traedme al autor de ese milagro, dijo.
Enseguida le presentaron a un campesino ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago, acaso? El hombrecito sólo explico:
– No fue difícil, su Alteza: sólo corté la rama. El pájaro se dio cuenta, comprendió que tenía alas y se largó a volar.
”Todo está abierto para que lo exploremos. Puede hacernos sentir un poco temblorosos al comienzo. Está bien, y es natural sentirse así, pero no deje usted que eso ensombrezca la oportunidad de experimentar la aventura que se le ofrece, junto con el temor. Muévase con suavidad, sienta el aleteo en su interior, extienda las alas y sea libre. Simplemente deje de aferrarse a la seguridad de la rama, salga de ella y todo el firmamento será suyo.
¿Sabe que puede volar? ¿Qué está esperando su rama para romperse? ¿Quién o qué la puede cortar?