SI PIENSAS....

Si piensas que estás vencido, lo estás;
si piensas que no te atreverás, no lo harás;
si piensas que te gustaría ganar, pero no puedes,
es casi seguro que no lo lograrás.


Si piensas que vas a perder, ya has perdido;
porque en el mundo encontrarás
que el éxito comienza con la voluntad;
todo está en el estado mental.


Muchas carreras se han perdido
antes de haberse corrido,
y muchos cobardes han fracasado
antes de haber su trabajo empezado.

Piensa en grande y tus hechos crecerán,
piensa en pequeño y quedarás atrás,
piensa que puedes y podrás;
todo está en el estado mental.


Si piensas que estás aventajado, lo estás;
tienes que pensar bien para elevarte,
tienes que estar seguro de ti mismo,
antes de ganar un premio.


La batalla de la vida no siempre la gana
el hombre más fuerte o el más ligero,
porque tarde o temprano, el hombre que gana,
es aquél que cree poder hacerlo.




Napoleón Hill ha sido quizás el hombre más influyente en el área de logro personal de todo el tiempo. Su clásico "Piense y hágase rico" ha ayudado a millones de personas y ha sido importante en la vida de muchas personas de éxito incluso en la de W. Clement Stone y Og Mandino.Su cita más famosa era: "lo que la mente de hombre puede concebir y puede creer, puede lograr." Luchando contra toda clase de grandes desventajas y presiones, dedicó más de 25 años de su vida a entrevistar a los grandes triunfadores e investigar sus carreras. ¿Su meta? Aislar y definir las razones por las cuales tantos fracasan y tan pocos alcanzan el éxito.



El éxito sólo es posible cuando arriesgas

Publicadas por Ana Karina Gallardo Gómez

Por Leo Alcalá

Su respuesta fue reveladora. Esbozó en su rostro una de esas sonrisas que aparecen cuando alguien está totalmente confiado en algo, subió sus cejas como para prepararse para la declaración de una verdad totalmente obvia, y dijo:

Esa ha sido la forma como yo he hecho mi fortuna.

Sentado frente a mí en la mesa del restaurante estaba Homero, un empresario norteamericano de origen cubano. Décadas atrás él y su familia tenían un pequeño negocio. Hoy siguen teniendo una empresa familiar, pero en proporciones financieras superiores a los mil millones de dólares.

Lo que me decía provenía de su propia experiencia. Su convicción no venía de sólo pensar positivamente, sino del disfrute de resultados tangibles, producidos por la puesta en práctica de estrategias específicas.

Lo que Homero me dijo esa mañana, hace un par de días, quedó dando vueltas en mi cabeza. Entró en mi cerebro como recordatorio de una de las verdades de la vida:

El que no arriesga no gana; pierde.

La frase popular es que el que no arriesga no gana. Pero falta otra parte de la verdad.

Si no arriesgas… pierdes la oportunidad; pierdes la posibilidad de aprender; pierdes la capacidad para cambiar; pierdes el chance para vencer tu miedo; pierdes la fortaleza que te permitiría arriesgarte la próxima vez.

Si te arriesgas, ganas. No necesariamente aquello específico por lo que te arriesgaste, mas sí quizá algo aun más valioso: experiencia, aprendizaje, orgullo, satisfacción, fuerza interna, entusiasmo por la vida.

La declaración de Homero vino porque mientras me contaba sobre una estrategia audaz y arriesgada que está por implementar, le pregunté qué lo hacía asumir tal riesgo.

El mensaje que me llegó cuando escuché su respuesta, en esencia, fue éste:

El éxito sólo es posible cuando te arriesgas.

La vida, para vivirla a plenitud, requiere que estés dispuesto a soltar la seguridad de lo que tienes para ir tras la manifestación de lo que quieres.

Si quieres aumentar tu éxito y tu calidad de vida, la pregunta no es si te vas a arriesgar o no. No hay otra forma de crecer que no sea arriesgando cosas. No hay otra manera de avanzar que no implique la posibilidad de perder algo.

La cuestión es qué estás dispuesto a arriesgar. El asunto es cómo puedes arriesgarte de manera inteligente.

Por supuesto que Homero y su familia no llegaron adonde hoy se encuentran sólo por el hecho de haber tomado riesgos. No asumieron cualquier riesgo. Los que asumieron lo hicieron de manera consciente e inteligente.

Se arriesgaron por lo que tuviera sentido de negocio, sentido de éxito. Actuaron sobre los riesgos que tenían la capacidad de asumir. Riesgos cuyos beneficios, de tener éxito, eran mucho mayores que las posibles consecuencias negativas de que las cosas no salieran como esperaban.

Arriesgarte o no arriesgarte no es la pregunta. Para una vida plena, no arriesgarte no es una opción.

Piénsalo. Cualquier cosa que tiene el potencial de conducirte a una mejor experiencia de vida encierra un riesgo.

Estar dispuesto a sonreír es arriesgarte a que otros te crean ridículo.

Estar dispuesto a decir algo es arriesgarte a que otros se opongan a tus ideas.

Estar dispuesto a ir tras tu sueño es arriesgarte a que otros te tilden de loco.

Estar dispuesto a cambiar es arriesgarte a que otros te rechacen.

Estar dispuesto a pedir es arriesgarte a que el otro te diga que no.

Estar dispuesto a amar es arriesgarte a no ser correspondido.

Pero no hay vida sin la disposición a entregarte a ella. El mayor riesgo no es intentarlo, sino estancarte. El mayor riesgo no es atreverte, sino luego arrepentirte.

Y tal vez, el mayor riesgo de todos, es vivir sin haber vivido.

Quizá lo que en este momento te separa de algo que quieres—sea un aumento en tus ingresos, una mejor relación de pareja, una mejor salud, un sueño cumplido—es un riesgo que no has tomado aún.

Quizá lo que te ha frenado hasta ahora no es un obstáculo allá afuera, sino un reto a vencer ahí dentro de ti. El reto de atreverte. De arriesgarte. De estar dispuesto a soltar la seguridad de lo que tienes por la construcción de lo que quieres.